9. In the Cage

Cuando volví a mi pequeña jaula de ciudad algo importante en mí había cambiado para siempre. Este cambio se fue desarrollándose de una manera muy progresiva (nunca mejor dicho) y todas las decisiones que tomé en los meses posteriores a mi vuelta del Nepal fueron meditadas y sentidas. No me arrepiento de nada.

El salón de mi casa tenía unas dimensiones muy parecidas a la casa de la aldea nepalí, pero la decoración era muy distinta: cuero, alfombras caras, parquet, un estero con un amplificador de válvulas y un plato de metacrilato. Las paredes llenas de pósters y cuadros. Abundantes estanterías plagadas  de vinilos, cd´s y dvd’s  y un biblioteca repleta de libros relacionados con el progresivo, además de otros caprichitos y gilipolleces (llaveros, libretos de giras de conciertos, pin’s, posa vasos de Marillion, tazas de Pink Floyd, etc.).

Poco a poco empecé a desacérame de las cosas materiales, no todas por supuesto. Primero regalé un montón de CDR a mis amigos (Jaime se puso las botas) y después empecé a vender primero mis cd’s y a continuación mis vinilos. Algunos vinilos, no todos por supuesto, los cambié por otras cosas. Poco a poco fui deshaciéndome de muchas otras cosas que tenía en casa: muebles, cuadros, etc.  Era una manera de ser feliz no experimentada hasta el momento.